Ayer 30 de
agosto, nos preparábamos para ir al parque, y M* como hace con
cierta frecuencia se quería poner unos zapatos de invierno.
Yo,
cansada de repetirle hasta la saciedad, que no, que en verano se
llevan sandalias y que si se ponía los zapatos de invierno te harían
daño, dejé finalmente que se pusiera lo que quisiera
Toda
la tarde corriendo con su prima. Llegamos a casa cena, ducha y a
dormir. Todo normal.
Fué
al día siguiente, cuando a mí ya se me había olvidado lo de los
zapatos, cuando vi que cojeaba un montón (por cierto, esa tarde se
puso las sandalias de verano sin protestar), y le pregunté: -- ¿Qué
te pasa Martina?, Nada --contestó. Pero insistí y su cara me lo
dijo todo...llevabas una buena rozadura en el pie... Durante unos
días llevó rozaduras en los pies, pero ya te puedo asegurar que
desde ese día no ha vuelto a ponerse los zapatos que no
correspondían.